FOTOGRAFÍA - David McMillan - Canadá


¿Hace algún sonido el árbol que cae en el bosque donde nadie puede escucharlo? Las imágenes que David McMillan ha tomado durante los últimos 25 años en la zona de exclusión de Chernóbil recuerdan a esta paradoja budista. El fotógrafo canadiense no es el único, aunque sí uno de los pocos, que ha paseado durante todo este tiempo por los espacios abandonados de la ciudad de Prípiat (norte de Ucrania), a 30 kilómetros de la planta nuclear. "Me encontré con un mundo prácticamente invisible, que se va deteriorado sin que nadie repare en él", dice a Verne sobre la tragedia que ahora recrea con éxito la nueva miniserie de HBO.

En vez de capturar el antes y el ahora de la región maldita, registra "el antes, el después y el mucho después", tras viajar allí de forma recurrente. Su trabajo da un nuevo significado al concepto de naturaleza muerta y se resume en el libro de la editorial alemana Steidl, lanzado a principios de 2019, Growth and Decay: Pripyat and the Chernobyl Exclusion Zone ("Crecimiento y decadencia: Prípiat y la zona de exclusión de Chernóbil").

La razón para regresar tantas veces al lugar es la más común que puede argumentar un fotógrafo. "Quería seguir tomando fotos para lograr las mejores imágenes posibles y, de tanto volver, terminé registrando el paso del tiempo. La primera vez que llegué fue impactante y triste. Había escuelas y apartamentos completamente asolados. Ver esa pesadilla cumplida despertó mi curiosidad".

En sus primeros viajes, el fotógrafo tomó precauciones. Pasaba muy poco tiempo en la zona y se hacía acompañar de científicos que intentaban evaluar sin mucho éxito el nivel de radiación, explica. Esa amenaza intangible invade también las imágenes. "Era una sensación extraña, de inquietud y al mismo tiempo de libertad al estar a solas frente a lo que quería fotografiar", recuerda.