FOTOGRAFÍA - Diego Jiménez - Chile


En la foto de Diego Jiménez en San Andrés de Pica, un pueblito de 4.000 habitantes en el corazón del Norte Grande chileno se puede ver su alrededor, protegido por uno de los climas más áridos del planeta. Allí existen unos rarísimos fragmentos de vidrio silicato que llevan intrigando a los científicos desde hace décadas. Para que esos enormes cristales de formas retorcidas pudieran estar allí, esparcidos en pleno desierto, se necesitaría haber alcanzado unas temperaturas realmente infernales, pero ¿cómo era eso posible? Desesperados, los científicos llegaron a creer que la cristalización del suelo se había producido por unos enormes incendios que afectaron a la región antes de convertirse en desértica. No obstante, eso no convencía a todos. 

Ahora un equipo de la Universidad de Brown y del Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile ha analizado la composición de los cristales y ha llegado a una conclusión realmente espectacular: son los restos del impacto de un meteorito. Hace 12.000 años, un cometa se internó la atmósfera directa al mismo centro de la zona de Atacama y justo cuando tocó las capas más densas de la atmósfera la fricción del momento lo calentó tanto que ocasionó una explosión tan grande que despertó una furia de fuego, temperatura y vientos huracanados que fundió 80 kilómetros de territorio chileno.

De hecho, es muy posible que el mismo meteorito creara las condiciones que han permitido la buena conservación de los fragmentos de vidrio. Aún es pronto para decirlo, pero la coincidencia temporal parece apuntar a que la misma explosión fue la que acabó con la megafauna de la zona. Una megafauna que ya no se recuperó.